
El fallecimiento de Matías Lecuona caló hondo en el mundillo de la Copa Cosa de Serranos y el fútbol amateur en general.
“Ese pibe con panza, orgulloso de su panza”, la frase del Pavita Schwindt lo pintó a Matute Lecuona tal cual era: alegría y desfachatez.
Un atorrante lindo Matute. Un futbolista amateur de esos que engloban gran parte de la esencia del famoso folclore. Porque tenía la picardía y tenía la vagancia para alegrar y contagiar en cualquier plantel. Porque en la cancha por ahí sacaba a algún rival de quicio como parte de eso, pero que si lo conocías, si compartías plantel con él, de seguro lo querrías.
Tipo querible Matute. Irradiaba una chispa especial de alegría. Con esos faroles que te devoraban si te centraba la mirada. Siempre con una mueca picaresca, buscando chicanear. Cómplice de sus amigos y de sus fechorías.
El fútbol tandilense está de luto, porque a Matute lo conocían todos. Lecuona jugó en diversos equipos del Agrario, pateó en distintos clubes de La Liga (principalmente en Excursionistas) y vistió diferentes colores en la Copa Cosa de Serranos. Y eso no es casualidad. Cuando sos querido te abren puertas. Por eso, si bien la muerte es lo más triste e inexplicable de la vida cuando se da inesperada y tempranamente, Matute en su paso nos dejó lo mejor que nos podía dejar: su chispa y alegría.
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